domingo, 2 de diciembre de 2012

psicología extraña, perorata de domingo

Leo las conclusiones de un estudio del Instituto Allensbach sobre la felicidad, esa espuma que es mejor no tocar para que no se deshaga, y su relación con las condiciones sociales: ¿Qué importa más en una sociedad democrática, la libertad o la igualdad?
Parece que los individuos que se sienten libres en la configuración de sus vidas son más felices y están más contentos que los otros. La relación entre libertad y felicidad parece clara en países como Alemania, Francia y Gran Bretaña. Señalan que esta conclusión es coincidente con los resultados de las investigaciones del estadounidense Mihaly Csickszentmihalyi, que lleva unos cuarenta años estudiando las condiciones de una vida feliz; y ahí van (aunque en su caso no estaría mal estudiar su relación con la variable "complejidad del apellido"): Se alcanza la satisfacción vital cuando uno acepta y supera los retos, actúa convencido de las propias fuerzas y toma por sí mismo las decisiones (el supuesto previo es siempre la libertad de acción y decisión).
Vale, vale, hasta aquí, todo estupendo, lo que ya sabíamos de siempre: una persona, para ser feliz, primero tiene que ser libre (ahora que lo escribo, tengo mis dudas: el primer obstáculo de la libertad, siento, es que esclaviza: ¿cómo no vas a poder tomar una decisión si puedes tomarla?) Pero sí, todo estupendo.
Ahora, vamos a la segunda parte de ese estudio del Instituto A: dicen que no han podido constatar una relación  entre igualdad y felicidad, del tipo de la anterior entre libertad y felicidad.Y comentan que, para fomentar la felicidad de la gente los políticos deberían decirse más por la libertad que por la igualdad.
Lo leí unas cinco veces por si lo había entendido mal.
Hasta ahora creía que la igualdad era una condición de la libertad.

En fin, que esta semana voy a practicar mi libertad exigiendo unas cuantas cosas al banco, para alegrarme, aunque ya sé lo que me van a decir, si es que me escuchan.

7 comentarios:

Ikana dijo...

Es curioso... Nunca me he parado a pensar en la felicidad, es algo como el chocolate. Siempre será lo primero en terminarse. No me gusta "filosofar" mucho con ello porque luego empiezo a "rallarme" y no paro...

No creo que los del banco te escuchen, es su rollo XD

¿Cuarenta años estudiando la felicidad? Wow

Anónimo dijo...

Además de la lúcida reflexión la irresistible ironía..."aunque en su caso no estaría mal estudiar su relación con la variable "complejidad del apellido"
Enorme López.

veridiana dijo...

Nunca seremos libres,siempre estaremos condicionados.
Nuestra mente lo desea y luchamos por ello,pero es un sueño...

Un beso.

Amparo dijo...

Veridiana: creo lo mismo que tú.
Claudio: Ah, lo sentí nada más intentar leer ese apellidejo.
Ikana: 40 años, igual el hombre no tenía nada mejor que hacer.

Anaís dijo...

De acuerdo con los comentarios precedentes. Opino que el estado de felicidad (con minúsculas, la felicidad cotidiana, sencilla, sin grandilocuencias) se basa en una percepción individual y, sobre todo, en no 'esperar' demasiado de la vida. A más expectativas, MAYOR FRUSTRACIÓN.

Y, por último, comulgo con el pensamiento de Chuang-Tse:

"La felicidad perfecta es la ausencia de su búsqueda."

Saludos a todos.

Anaís dijo...

Por cierto, una metáfora brillante:
"la felicidad, esa espuma que es mejor no tocar para que no se deshaga". Enorme López, como dice Claude :)

samsa777 dijo...

Qué revelador.
Gracias, mil gracias (bien sabes cuánto me interesa) por traerlo.