domingo, 24 de marzo de 2013

La ansiedad del coleccionista

Seguro que hay algo que lo justifica, algo consustancial a la naturaleza humana: acumular una serie completa de algo, cualquier cosa, no dejar de luchar hasta el final por el último cromo, dejarse la piel por conseguir el elemento que falta para completar la colección.
El problema no está en el acto sino en el objeto. Hay individuos muy peligrosos.
Como aquellos a los que el ansia les lleva a coleccionar elementos iguales, muchos, pero todos iguales. El afán no es por la diversidad sino por el almacenaje. Compruébenlo en la mirada del cualquier implicado en la última trama políticomonetaria, seguro de la inocencia de su acto acumulativo. En su expresión de extrañeza infinita porque los demás no comprenden que, una vez que se empieza cualquier colección, hay que terminarla.


domingo, 17 de marzo de 2013

NO FRÁGIL

Los libros de poesía han de ser pequeños, contenidos y ligeros. Han de poder descansar sin esfuerzo entre las dos manos y deben tomarse como los fármacos peligrosos: a dosis bien medidas según la emoción que cada uno pueda soportar. Cualquier abuso puede producir reacciones adversas. Y digo esto porque me han regalado hace poco la poesía completa de Juan Gelman y, lo siento, pero no puedo: 1.328 páginas y un peso que arruina su lectura. Esto sin contar con la improbable digestión del contenido. Y la inquietud de iniciar un viaje tan largo.
Se publica también la Poesía completa de Emily Dickinson: 1.032 páginas.
Qué afán por el todo.

domingo, 10 de marzo de 2013

Extragrande


Mujeres

(Tomada de El País)
Mujeres con sus libros de olor.
(En primera fila, de izquierda a derecha, Anaïs Nin, Jean Rhys, Katherine Mansfield y Flannery O´Connor. En segunda fila, Edith Wharton y Kate Chopin. /ILUSTRACIÓN DE FERNANDO VICENTE )

Una anotación reciente: lugar: Hospital general, rellano de una consulta especializada. Unos tipos muy trajeados hablan con unas tipas sobre lo que a ellas les gusta, ya se sabe dónde. Ellas, muy bien arregladas, insisten en que no, en que no es eso lo que les gusta. Ellos, en que sí: si lo sabrán ellos. Se ríen todos. Vuelven a la carga. Ellas subrayan lo que les gusta a ellos; ellos se echan las manos a la cabeza: no tenéis ni idea. Uno, con el pelo rubio, ondulado, espeso, propone que, ya que no pintan nada allí, se vayan a tomar una cerveza y lo discutan tranquilamente. 
Salen con su ruido de zapatos altos y nuevos, van al ascensor y desaparecen.
Los pacientes, pacientes, nos quedamos solos, en silencio, esperando.

(cualquier cosa puede ocurrir en cualquier lugar)